domingo, 18 de enero de 2009

Si te dijera...

"Si te dijera cada uno de mis pasos en el pasado,
y si contara cada una de mis miserias, cada fracaso, cada llanto,
cada locura, y si te contara que casi me quedo sin aire,
y que nada tenia sentido, y si te dijera que las cosas no siempre fueron
como hubiera querido, y si te cuento cada gota de sudor,
cada lagrima, cada risa, que no fue tuya, si te contara que ame,
padeci, fui feliz y no fue con vos. Y si dijera que mori de celos,
que ame mas de lo que me amaron, que me conforme con poco
y ahora no entendes porque pido mas, si te contara mi historia,
palabra por palabra, momento por momento, si mencionara
porque esa cancion me hace llorar, porque quiero suprimir
el segundo dia del mes del tercero que le toca al año en mi calendario,
porque algun momento del dia cuesta mas, porque a veces tengo espasmos,
y si se me ocurriera decir, que lloro a veces mientras duermo,
que de vez en cuando, alguna caja baja de un armario, para llevarse alguna lagrima...Porque si a me dijeras, lo malo que has sido, todo lo que lastimaste,
las locuras que has pasado, lo imposible que has hecho la vida de algun ser,
lo escabroso de tus actos, aca seguiria yo, igual de incondicional..."

(esta poesía le encontré en http://hable-conella.blogspot.com

viernes, 9 de enero de 2009

Buscándonos





Nadie encuentra lo que no está buscando. No es verdad que las cosas aparecen de pronto; que, sorpresivamente, cuando para la lluvia, vemos una hermosísima flor en el tallo en el que antes no había nada. Allí hubo, por lo menos, un capullo cerrado, algo que estaba por abrirse, por transformarse en flor…

Cuando un hombre encuentra a una mujer, cuando una mujer encuentra a un hombre… los dos estaban buscándose. Por soledad. O por dolor. O por ganas de revivir la vida insuflándole oxígeno a los los pulmones. O porque sí. ¿Por qué explicarlo todo? ¿Por qué decir que la causa, el efecto, que la casualidad no existe, que…? Mejor pensemos que lo importante es que, cuando no hay alguien a nuestro lado, no hacemos tostadas (¿para mí solamente? (No…), no gastamos el frasco de perfume, duran menos las latas de atún y más las milanesas en el freezer, compramos con más nostalgia que alegría un ramito de flores para llevar a casa, y estrenamos muy pocas cosas. Se van yendo las ganas, como se va la luz, poquito a poco… Y la noche nos asesta su golpe con el recuerdo, nos envía sus fantasmas más tristes, sus sombras incansables e inclementes. La noche que no termina nunca, que crece, que atormenta, que entrevera nombres, que ronda, que agiganta las lágrimas hasta transformarlas en un océano. Estamos solos porque no hacemos una llamada. Porque no damos el paso que nos acerca.

Porque no decimos la primera palabra que se transforme en puente. Nadie encuentra lo que no está buscando. ¿Por qué crees que vos y yo nos encontramos? ¿Desde dónde venías acercándote? ¿Desde cuándo yo esperaba que llegaras? ¿Por qué yo? ¿Por qué vos? ¿Por qué nosotros? ¿Por qué crees que no te desviaste, con otro rumbo, que no fuiste más hacia el sur, o más al norte, o al otro lado del mar incalculable? ¿Por qué pensás que me detuve para que pudieras alcanzarme, extender las dos ramas de tus brazos, abarcarme con toda tu ternura como diciéndome “ahora ya no te parará nada malo, nada triste, nada cruel”; podes dejar de llorar, podes dormir con los ojos cerrados, mansamente y, al despertar, no estarás sola… Nunca más estarás sola. “¿Y yo estaré solo nunca más…?” ¿Por qué? Porque los dos estábamos buscándonos.

Porque desde aquella lejana, lejanísima primera vez que nos vimos, quedó un delgado, finísimo, invisible hilo uniéndonos… un hilo que nada puede cortar, un hilo que atraviesa paredes, muros, montañas… un hilo indestructible que no soltaste, que no solté, y que al fin volvió a reunirnos para que la historia termine su retrato, tal vez poniendo un poco menos de tonalidad en la paleta, o distintos colores y brillos, pero retornando a los dos mismos protagonistas.

Vos y yo. Regresando. Volviendo al paraíso prometido que salimos a buscar sin saber que lo teníamos tan cerca, debajo de los pies. Cuando un hombre encuentra a una mujer, cuando una mujer encuentra a un hombre… los dos estaban buscándose. Nadie encuentra lo que no está buscando. ¿Me entendés, ahora?

Poldy Bird – Argentina

lunes, 22 de diciembre de 2008

Búsqueda



Mi búsqueda no es sencilla, he encontrado a mi paso, amigos, enemigos, conocidos, intelectuales, pacifistas, pero aún continúo en mi pesquisa, por que lo que yo deseo es solamente un HOMBRE…

Un hombre tan seguro de sí mismo, que no tema mi plena realización como mujer, que jamás me considere su rival en ningún aspecto, si no que sea para mí como yo para él ETERNOS COMPAÑEROS…

Un hombre que no tema a la ternura, que se atreva a ser débil cuando necesite detenerse a recobrar fuerzas para la lucha diaria, que no piense que al amarme lo derroto o que al amarlo me aniquila…

Un hombre que me proteja de los demás y de mí misma, que conozca mis errores, los acepte y me ayude a corregirlos, pero que también sepa reconocer mis valores espirituales y que sobre ellos me ayude a construir mi mundo…

Un hombre que con cada amanecer me ofrezca una ilusión, que alimente nuestro amor con delicadeza, alguien para quien una delicada flor entregada con un beso tenga más valor que una joya entregada con un mensajero…

Un hombre que conceda atención a quien habla, que jamás corte el punto de comunicación y ante quien me atreva a decir lo que pienso, sin temor de que me juzgue o que se ofenda, y que sea capaz de decirlo todo, incluso que no me ama…

Un hombre que tenga abiertos los ojos a la belleza, a quien lo domine el entusiasmo y ame intensamente la vida, para quien cada día se un regalo inapreciable que hay que vivir plenamente, aceptando el dolor y la alegría con la misma intensidad…

Un hombre que sepa ser siempre más fuerte que los obstáculos, que jamás se amilane ante la derrota y para quién los contratiempos sean mas estímulo que adversidad, pero que esté seguro de su poder, que no tenga la necesidad de demostrarlo a cada minuto en cosas arriesgadas y absurdas sólo para probarlo…

Un hombre que no sea egoísta, que no pida lo que no se ha merecido, pero que siempre haga esfuerzos por tener lo mejor por que lo ha ganado…

Un hombre que se respete a sí mismo, por que así sabrá respetar a los demás, que no recurra jamás a la burla ni a las ofensas, que mas rebajan a quien las hace que a quien las recibe…

Un hombre que no tenga miedo de amar, que no se envanezca por que es amado, y que goce cada día, que no viva esperando el mañana por que tal vez el mañana nunca llegue…

Cuando lo encuentre… LO AMARE INTENSAMENTE.

(Autor Desconocido)

domingo, 21 de diciembre de 2008

Un Hombre


(De una de mis autoras favoritas, Poldy Bird, creo que pone en palabras muchos sentimientos que las mujeres a veces no sabemos explicar.)


Quien puede decir ciertamente lo que es un hombre.
Qué siente. Qué piensa. A qué le teme. Por qué vibra.
Qué es lo que más le interesa en la vida y en el mundo.
Hasta donde es capaz de amar sin pensar que está loco o que es ridículo.
Quien puede decir que realmente conoce a un hombre.
Quien puede decir que realmente lo comprende…
A veces pareciera que sí, que es posible, que atravesando el complicado laberinto de su pensamiento uno ha llegado al fondo, a ese lugar secreto, escondido, protegido por los cinco sentidos y lo ha encontrado…
Pero un minuto después, él se rebela, borra todas las huellas, tuerce las agujas del reloj, cambia de voz, de piel, de convicciones.
Cambia la intensidad de la mirada, se vuelve hosco, lejano, inalcanzable, o nos hace creer que cambia de voz, de piel, de convicciones y que se vuelve inalcanzable…
Y otra vez estamos afuera, otra vez llamando a su puerta, otra vez estamos comenzando.
Con un hombre nunca se está en camino.
Siempre se está empezando a caminar…
No somos nosotras las que podemos apoyar la cabeza sobre su pecho seguro y descansar…, sino que son ellos los que terminan apoyando su cabeza en nuestro pecho y se quedan dormidos como niños.
Un hombre…
Qué dilema…
Amamos.
Amamos a un hombre y nos abrimos con una daga para darle el corazón desnudo en la palma de la mano.
Y él deja el corazón desnudo en la palma de nuestra mano, desnudo y tembloroso, porque tiene miedo de abrirse el pecho para cobijar ese corazón que se le está brindando.
Y cuando oye que su propio corazón late solo, dice que esta solo, ” que está solo como siempre”, sin darle importancia al otro corazón que fue arrancado violentamente de su sitio y cada vez mas débilmente da la ofrenda su latido.
Es que… tal vez, él no quería que le diéramos el corazón; tal vez él quería solamente una sonrisa y nosotras, exageradas como siempre, le dimos el corazón.
Es muy posible que él buscara simplemente una oreja pequeña y bien formada para contarle sus penas, para darle algunas veces las palabras que exceden al recipiente… y nosotras, exageradas como siempre, le dimos nuestra vida.
Es posible que él buscara la suavidad de nuestra piel para sembrar en ella unos luceros que súbitamente le crecieron en la sangre… y nosotras, exageradas como siempre, le dimos nuestra sangre.
Quizá quería tener cerca nuestro silencio para poder pensar que estaba acompañado y, nosotras, exageradas como siempre, le dimos todos nuestros pensamientos.
… y
¿Acaso no es cuando no damos nada, cuando más recibimos de un hombre?
¿Acaso no es cuando le damos solamente un poco de nuestra piel, cuando recibimos todo de él, su piel, sus nervios, sus músculos tirantes, su clamor y su hoguera?
¿Acaso no es cuando le damos solamente el silencio cuando recibimos su grito y su llamado, su pedido de rodillas, su lamento estremecido atravesando las montañas, los valles, los ríos del universo?
¿No es cuando le dejamos en ristre la duda, que nos ofrece todas las certezas, nos promete la luz, el agua, las estrellas?
Y, cuando vamos por nuestro camino, sin detenernos, él estira sus manos y quiere llevarnos a su camino, dejarnos transitar por él, mostrarnos el puerto de donde todo parte.
Y cuando no lo vemos, quiere que lo miremos.
Y cuando no lo amamos, quiere amarnos y hace lo imposible para que dejemos caer sobre él una gota de amor pequeña y transparente como una lágrima.
Y sus manos son nido cuando no somos pájaros.
Y su ternura es vino cuando no somos cántaro.
Y su pasión es llama cuando no somos leña.
Y su cariño es un millón de luciérnagas cuando no somos noche.
Y su presencia es sol cuando no somos cielo ni día ni le pertenecemos.
Un hombre es un hombre cabal, entero, valeroso y generoso solamente cuando lo obligamos a luchar sin tener la certeza del triunfo.
Cuando nuestro jardín esta sin siembra, él quiere recoger las rosas.
Cuando el muro es resbaloso y alto, él quiere treparlo y llegar hasta el final para ver lo que hay del otro lado.
Porque lo que verdaderamente quiere un hombre es conquistar la plaza que no se rinde nunca, es alcanzar la palabra que no fue pronunciada, es cortar las violetas que no fueron sembradas, es devorar el pan que jamás fue amasado, es escuchar la música que no fue compuesta, ni tiene aún la melodía nacida.
Lo que un hombre quiere es ser niño cuando lo necesitamos hombre del todo, cabalmente hombre.
Y ser hombre cuando inventamos para él un parque con una calesita y un montón de hamacas.
Y busca que riamos como un sonajero, cuando la tristeza amenaza el alma y una pequeña caricia de su mano serviría para disipar las sombras y las dudas.
Y quiere que volemos cuando él mismo ha cortado nuestras alas.
Y quiere que tengamos los colores del arco iris cuando se ha encargado de borrarlos y dejarnos en blanco y negro, como una vieja fotografia de la desolación.
Y odia nuestra felicidad aunque sea él quien la haya provocado, porque la felicidad de los demás no lo hace feliz, como él pregona…
Le provoca malestar, inseguridad, celos…
Es por eso que no sé, verdaderamente, no sé de quien nos enamoramos las mujeres, si de un hombre o de la idealización del hombre que tenemos en nuestra mente.
Si de un hombre o de la imagen nuestra que vemos reflejada en el espejo de nuestro propio corazón .
Y creemos que le teme a la soledad… pero él lo que ama en verdad es su soledad, y es eso lo que defiende como una brava fiera…
Porque tal vez lo que un hombre verdaderamente teme ,es perder su soledad…
Esa soledad que le hace sentir que nadie va a cambiarlo, que es él mismo… Y que un hombre no se da ni se comparte.
autor: Poldy Bird

Tomamos Mate?


El mate no es una bebida. Bueno, sí. Es un líquido y entra por la boca.
Pero no es una bebida. En este país nadie toma mate porque tenga sed. Es más bien una costumbre, como rascarse.
El mate es exactamente lo contrario que la televisión: te hace conversar si estás con alguien, y te hace pensar cuando estás solo.
Cuando llega alguien a tu casa la primera frase es “hola” y la segunda “¿unos mates?”.
Esto pasa en todas las casas. En la de los ricos y en la de los pobres.
Pasa entre mujeres charlatanas y chismosas, y pasa entre hombres serios o inmaduros.
Pasa entre los viejos de un geriátrico y entre los adolescentes mientras estudian o se drogan.
Es lo único que comparten los padres y los hijos sin discutir ni echarse en cara.
Peronistas y radicales ceban mate sin preguntar. En verano y en invierno.
Es lo único en lo que nos parecemos las víctimas y los verdugos; los buenos y los malos.
Cuando tenés un hijo, le empezás a dar mate cuando te pide. Se lo das tibiecito, con mucha azúcar, y se sienten grandes. Sentís un orgullo enorme cuando un esquenuncito de tu sangre empieza a chupar mate. Se te sale el corazón del cuerpo. Después ellos, con los años, elegirán si tomarlo amargo, dulce, muy caliente, tereré, con cáscara de naranja, con yuyos, con un chorrito de limón.
Cuando conocés a alguien por primera vez, te tomás unos mates. La gente pregunta, cuando no hay confianza: “¿Dulce o amargo?”. El otro responde: “Como tomes vos”.
Los teclados de Argentina tienen las letras llenas de yerba.
La yerba es lo único que hay siempre, en todas las casas. Siempre.
Con inflación, con hambre, con militares, con democracia, con cualquiera de nuestras pestes y maldiciones eternas. Y si un día no hay yerba, un vecino tiene y te da. La yerba no se le niega a nadie.
Éste es el único país del mundo en donde la decisión de dejar de ser un chico y empezar a ser un hombre ocurre un día en particular.
Nada de pantalones largos, circuncisión, universidad o vivir lejos de los padres.
Acá empezamos a ser grandes el día que tenemos la necesidad de tomar por primera vez unos mates, solos. No es casualidad. No es porque sí. El día que un chico pone la pava al fuego y toma su primer mate sin que haya nadie en casa, en ese minuto, es que ha descubierto que tiene alma. O está muerto de miedo, o está muerto de amor, o algo: pero no es un día cualquiera.
Ninguno de nosotros nos acordamos del día en que tomamos por primera vez un mate solo. Pero debe haber sido un día importante para cada uno. Por adentro hay revoluciones.
El sencillo mate es nada más y nada menos que una demostración de valores…
Es la solidaridad de bancar esos mates lavados porque la charla es buena.
La charla, no el mate.
Es el respeto por los tiempos para hablar y escuchar, vos hablás mientras el otro toma y es la sinceridad para decir: ¡Basta, cambiá la yerba!”.
Es el compañerismo hecho momento.
Es la sensibilidad al agua hirviendo.
Es el cariño para preguntar, estúpidamente, “¿está caliente, no?”.
Es la modestia de quien ceba el mejor mate.
Es la generosidad de dar hasta el final.
Es la hospitalidad de la invitación.
Es la justicia de uno por uno.
Es la obligación de decir “gracias”, al menos una vez al día.
Es la actitud ética, franca y leal de encontrarse sin mayores pretensiones que compartir.

(Lalo Mir en el programa “Lalo Bla Bla” -Radio Mitre)